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Cuando ingresas al mundo laboral, necesariamente nos hacemos parte del sistema previsional. Esto implica que un 10% de nuestro sueldo imponible va obligatoriamente a nuestra cuenta individual para destinarse a pensión.

Esto nos permite estar cubiertos no solo para nuestra vejez, sino también para eventualidades como una enfermedad invalidante o la muerte.

Una vez que tu primera cotización ingresa a tu cuenta de capitalización individual es invertida por tu AFP, generando una rentabilidad que se suma al aporte realizado.

Cada mes una nueva cotización ingresa, y con eso, tus ahorros van aumentando, lo que permite que un monto mayor sea invertido generando aún más rentabilidad.

Es por esta razón que los primeros 10 años de tus aportes, entendiéndolos como el período comprendido entre los 25 y 35 años, son los más importantes, ya que financian el 41%* de tu pensión.

Son estos ahorros los que estarán siendo administrados por más tiempo y ganarán mayor rentabilidad, permitiendo que tu saldo aumente siempre en la proporción acorde al fondo en el que te encuentres.

*Cálculo considera cotizaciones desde los 25 a los 65 años y una rentabilidad de 4%.



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